“Tudo chega e tudo passa” -como disse Santa Teresa de Avila-.
A decir verdad, no tengo palabras para agradecer todo El bien recibido. En éstos tres meses he experimentado muchas cosas, aprendido muchas cosas, no sólo en lo referente a la lengua o idioma sino también en lo concerniente a la cultura, a la historia de la evangelización y a la idiosincracia del pueblo brasileiro.
En el CENFI tuvimos muchas actividades organizadas como por ejemplo: la visita al seminario diocesano, a la cámara de diputados y senadores, a la comisión nacional de los obispos, centro de pastoral indígena, la romaría de los mártires de Brasil, la semana de estadio con las familias de barrios de periferia, fiestas, evaluaciones semanales, retiro, etc.
Siento que fue un curso muy intensivo, completo, integral y "ótimo" como se suele decir aquí... Y soy consciente de que ahora es el momento de comenzar a dar-"partilhar"- lo recibido. Aunque también sé que me falta mucho por aprender de la rica y diversa cultura de Brasil, la cual con sus grandes desafíos, es el campo de misión que el Señor hoy me ofrece.
Lo que continúa resonando en mi corazón es la frase que dice:
nosotros los misioneros somos sólo "huéspedes" donde llegamos, por tanto, tenemos que aceptar y adaptarnos al lugar que nos acoge, aunque a veces no entendamos sus estilos (seus jeitos) porque el Evangelio ha permanecido en ellos desde antes que nosotros llegásemos; y ésto implica mucha apertura para descubrir la presencia de Jesús a veces relevante a veces velada pero real y presente en medio nuestro.
Aquí en el curso de CENFI, como les comenté en un principio, nos hemos reunido misioneros llegados de diversos países, con sus diversas culturas. También he aprendido mucho de cada uno de ellos, redescubriendo que el Evangelio es uno sólo para todos los tiempos y para todos los lugares, y que la Caridad es el lenguaje más universal y comprensible para cualquier persona.
Ahora, cada cual, va regresando a su lugar de misión, dispersándose por los inmensos ámbitos de Brasil; algunos para la región norte, en lugares inhóspitos y alejados; otros en medio de los barrios, de las ruas, de las ciudades, de las distintas y variadas actividades pastorales de la Iglesia. Y, cada uno de nosotros, va, con la alegría de llevar el corazón cargado de nombres nuevos... de experiencias nuevas, con la esperanza de volver a encontrarse algún día, aunque sea en la eternidad.
OBRIGADA POR TUDO
Pido a Dios la gracia de saber responder a su Gracia con generosa disposición. Lucía.
Cenfi 104
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