La
comunidad, actualización del modelo de la Trinidad
Reflexiones sobre el evangelio de Juan 3,
16-18 (Santísima Trinidad - Ciclo A)
Quisiera iniciar estos Ecos de la Palabra haciendo un voto de humildad y reconocer que al misterio de la Trinidad, que ocupa nuestra meditación de este domingo, solo puedo acercarme desde el don de la fe y que, desde la limitación de mis
razonamientos, no
puedo más que ofreceros algunas pistas para que os
dejéis llevar por este misterio de amor y
comunión que supera por mucho el alcance de
nuestra inteligencia.

Otra imagen que suelo usar con los niños,
obviamente lejos de la altura de las de San Agustín o Tomás de Aquino, es la de
hablar de un partido o una obra de teatro de tres escenas en la que, aunque los
tres protagonistas están siempre, cada uno tiene una “escena” en la que es
protagonista, así, el Padre es protagonista de la primera etapa de la historia
de la Salvación, desde la creación hasta Juan Bautista; el Hijo protagoniza el momento
en que Dios se hace parte de la historia compartiendo nuestra humanidad y, finalmente,
el Espíritu, protagoniza el tiempo de la Iglesia haciendo presente el don del
Padre y del Hijo. Imágenes limitadas que
solo son un atisbo de ese misterio que más que entender estamos llamados a
admirar y vivir.
¿Qué nos enseña este misterio de Dios? Os
sugiero estas dos invitaciones que creo que nos pueden ayudar a vivir al Dios
Uno y Trino en nuestra experiencia creyente:
Llamados a la comunión. El modelo de sociedad que nos ofrece la Trinidad es un modelo comunitario. La implicación de las tres personas en toda la obra de Salvación dota de sentido su ser y su quehacer, su vida y su misión. En la comunidad de Dios hay una comunicación fluida entre las personas que permite que la obra y los logros de cada uno de sus miembros sea la obra de los otros porque hay complicidad en el amor y la misión: todo lo del Padre es del Hijo y todo lo del Hijo es del Padre. En la comunidad de Dios no hay celos ni rivalidad, hay una implicación tan grande en la misma misión que ninguno busca la figuración por encima del otro. Su ser se define por el salir de sí mismo dándose, entregándose para la vida.
Hoy seguimos llamados a construir
comunidades significativas que, a través de su vida, actualicen el don de un
Dios que se hizo comunión, que se hizo comunidad.
Comunidad
para la misión. La vida
de comunidad no es una simple cohabitación, lo que le da sentido es la misión y
ésta, siguiendo el modelo de la Trinidad, no es otra que salvar: “Porque Dios
no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo”. La
misión de las comunidades cristianas y esto, creo yo, que es lo que las hará significativas
en la construcción social, es su opción radical por transmitir o comunicar vida
digna, por abrir horizontes de felicidad para todos mediante el compromiso por
la justicia y por llenar de esperanza la historia de la humanidad a través del
anuncio de la
Buena Noticia de Jesús que nos revela el
rostro del Padre bueno y nos anima con la fuerza de su Espíritu.
Javier Castillo, sj
Director del Centro Loyola de Pamplona
No hay comentarios:
Publicar un comentario