Un corazón bien arado y abonado
Reflexiones
sobre el evangelio de Mateo 13, 1-23
¿Por qué
Jesús hablaba en parábolas? Éste es, quizá, el
género literario preferido por Jesús para
comunicarse con la gente porque su lenguaje, cargado de imágenes de la cotidianidad,
es tan accesible que permite que la
enseñanza de fondo sea comprendida fácilmente
por todos.
La parábola
que nos presenta el evangelio de este
domingo es una de las más conocidas, en ella Jesús
recurre a la experiencia del trabajo del campo para
llamarnos la atención sobre las disposiciones
o las actitudes que tenemos ante la Palabra
de Dios que se nos transmite. La caracterización
del corazón de los oyentes que presenta la parábola, creo yo, tiene una intencionalidad
clara: que trabajemos por tener un corazón “bien arado y abonado” para que la
Buena Nueva de Jesús penetre hasta lo más profundo de nuestro ser y de nuestros
valores de modo que podamos dar fruto abundante. No es suficiente, pues, conocer o
identificar el terreno en el que estamos, hay que dar un paso más y poner todos los
medios para que el terreno sea el que está bien dispuesto para acoger la Palabra.
Cuatro
tipos de terrenos para sembrar la Palabra:
El que pasa de todo. Las personas que transitan en este
terreno se caracterizan por no hacer
ningún esfuerzo por entender el mensaje porque éste no ocupa un lugar importante
en su vida, es irrelevante. Sin ánimo de juzgar y mucho menos de poner etiquetas,
este terreno se da con alguna frecuencia en los “cristianos de compromiso
social”, en aquellos que asisten a bodas, bautizos, comuniones sin que el elemento religioso
sea importante. Su preocupación es otra y por eso, aunque escuchan, no se esfuerzan
por entender y, tal vez menos, en hacer del mensaje algo significativo para su vida. De la
misa a la fiesta sin más.
La globalización de la superficialidad. La nueva sociedad de la comunicación
propicia un tipo de
personas con un mar de conocimientos pero con muy poca profundidad. Hoy, gracias al
Google, tenemos acceso instantáneo a cualquier conocimiento o información, pero ahí
nos quedamos, deslizándonos sin ahondar. Es probable que las personas que se sienten
en este tipo de terreno manejen con alguna propiedad lugares comunes de los
Evangelios, algunas citas de memoria y una que otra enseñanza de Jesús, sin embargo, el
mensaje no llega al lugar de las raíces, no toca la profundidad del ser humano
donde surgen los criterios y donde se define el horizonte que dota de sentido lo que
somos y hacemos. La Palabra de Dios no llega a ser la norma de sus vidas por
eso, como lo
dice la parábola, ante los primeros escollos, se deja de lado y se desliza
hacia otras
fuentes.
Ocupados y distraídos. Al tercer terreno le podríamos llamar
el “síndrome de la agenda”.
Aquellos tiempos bucólicos que recuerdan nuestros mayores, cuando el tiempo
parece que iba más despacio, al parecer han terminado. Hoy vivimos en una agitación
tal que no nos queda tiempo para nada, la agenda está llena de citas y de alarmas que
nos señalan que debemos pasar de una actividad a otra. Hemos perdido la capacidad
de disfrutar de los encuentros gratuitos porque tenemos que atender varios frentes a
la vez. En esto los móviles inteligentes nos hacen mucho mal, como dice alguien,
acercan a los lejanos y alejan a los cercanos. Cuando la Palabra de Dios cae en este
terreno crece pero no la percibimos, está tan ahogada en el sinnúmero de preocupaciones
que tenemos que al final no podemos tomar conciencia del mensaje que nos
está ofreciendo para nuestra vida, se ahoga.
Arado y abonado. Este terreno es el que se ha preparado
con mimo para que la Palabra encuentre
las condiciones necesarias para desarrollarse y dar fruto. Es un terreno arado donde porque
se han removido prejuicios y se han abierto grandes espacios para acoger el mensaje.
Es un terreno abonado con el conocimiento de la Palabra y, sobre todo, con la oración
que dispone los corazones para que el mensaje de Jesús sea el criterio último para
orientar nuestra vida y el horizonte de felicidad al que estamos llamados a
vivir.
Cuatro
terrenos diferentes. Podemos tener de todos un poco pero, insisto, no basta con decir estoy
en el primero o el segundo… la llamada es a querer y trabajar por tener un corazón
bien arado y abonado.
Javier
Castillo, sj
Director del Centro Loyola de Pamplona
No hay comentarios:
Publicar un comentario