11/7/14

ECOS DE LA PALABRA


Un corazón bien arado y abonado

Reflexiones sobre el evangelio de Mateo 13, 1-23 
 
¿Por qué Jesús hablaba en parábolas? Éste es, quizá, el género literario preferido por Jesús para comunicarse con la gente porque su lenguaje, cargado de imágenes de la cotidianidad, es tan accesible que permite que la enseñanza de fondo sea comprendida fácilmente por todos.
La parábola que nos presenta el evangelio de este domingo es una de las más conocidas, en ella Jesús recurre a la experiencia del trabajo del  campo para llamarnos la atención sobre las disposiciones o las actitudes que tenemos ante la Palabra de Dios que se nos transmite. La caracterización del corazón de los oyentes que presenta la parábola, creo yo, tiene una intencionalidad clara: que trabajemos por tener un corazón “bien arado y abonado” para que la Buena Nueva de Jesús penetre hasta lo más profundo de nuestro ser y de nuestros valores de modo que podamos dar fruto abundante. No es suficiente, pues, conocer o identificar el terreno en el que estamos, hay que dar un paso más y poner todos los medios para que el terreno sea el que está bien dispuesto para acoger la Palabra.
 
Cuatro tipos de terrenos para sembrar la Palabra:

El que pasa de todo. Las personas que transitan en este terreno se caracterizan por no hacer ningún esfuerzo por entender el mensaje porque éste no ocupa un lugar importante en su vida, es irrelevante. Sin ánimo de juzgar y mucho menos de poner etiquetas, este terreno se da con alguna frecuencia en los “cristianos de compromiso social”, en aquellos que asisten a bodas, bautizos, comuniones sin que el elemento religioso sea importante. Su preocupación es otra y por eso, aunque escuchan, no se esfuerzan por entender y, tal vez menos, en hacer del mensaje algo significativo para su vida. De la misa a la fiesta sin más.
 
La globalización de la superficialidad. La nueva sociedad de la comunicación propicia un tipo de personas con un mar de conocimientos pero con muy poca profundidad. Hoy, gracias al Google, tenemos acceso instantáneo a cualquier conocimiento o información, pero ahí nos quedamos, deslizándonos sin ahondar. Es probable que las personas que se sienten en este tipo de terreno manejen con alguna propiedad lugares comunes de los Evangelios, algunas citas de memoria y una que otra enseñanza de Jesús, sin embargo, el mensaje no llega al lugar de las raíces, no toca la profundidad del ser humano donde surgen los criterios y donde se define el horizonte que dota de sentido lo que somos y hacemos. La Palabra de Dios no llega a ser la norma de sus vidas por eso, como lo dice la parábola, ante los primeros escollos, se deja de lado y se desliza hacia otras fuentes.
 
Ocupados y distraídos. Al tercer terreno le podríamos llamar el “síndrome de la agenda”. Aquellos tiempos bucólicos que recuerdan nuestros mayores, cuando el tiempo parece que iba más despacio, al parecer han terminado. Hoy vivimos en una agitación tal que no nos queda tiempo para nada, la agenda está llena de citas y de alarmas que nos señalan que debemos pasar de una actividad a otra. Hemos perdido la capacidad de disfrutar de los encuentros gratuitos porque tenemos que atender varios frentes a la vez. En esto los móviles inteligentes nos hacen mucho mal, como dice alguien, acercan a los lejanos y alejan a los cercanos. Cuando la Palabra de Dios cae en este terreno crece pero no la percibimos, está tan ahogada en el sinnúmero de preocupaciones que tenemos que al final no podemos tomar conciencia del mensaje que nos está ofreciendo para nuestra vida, se ahoga.


Arado y abonado. Este terreno es el que se ha preparado con mimo para que la Palabra encuentre las condiciones necesarias para desarrollarse y dar fruto. Es un terreno arado donde porque se han removido prejuicios y se han abierto grandes espacios para acoger el mensaje. Es un terreno abonado con el conocimiento de la Palabra y, sobre todo, con la oración que dispone los corazones para que el mensaje de Jesús sea el criterio último para orientar nuestra vida y el horizonte de felicidad al que estamos llamados a vivir.
 
Cuatro terrenos diferentes. Podemos tener de todos un poco pero, insisto, no basta con decir estoy en el primero o el segundo… la llamada es a querer y trabajar por tener un corazón bien arado y abonado.
Javier Castillo, sj
Director del Centro Loyola de Pamplona

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