10/5/14

ECOS DE LA PALABRA . IV Domingo de Pascua

Pastores de puertas abiertas 

Cuando solo llevaba dos semanas como
Obispo de Roma el Papa Francisco hizo dos 
gestos proféticos muy interesantes: el 
primero sucedió durante la Misa Crismal en la 
que se reúnen todos los sacerdotes para 
renovar sus promesas sacerdotales. Les dijo 
que debían ser “pastores con olor a oveja”, es 
decir, pastores cercanos que conozcan y se 
impliquen con las personas que a ellos se les 
encomienda. El segundo signo fue al atardecer 
de ese mismo día cuando se dirigió a un 
centro de menores para celebrar la Cena del 
Señor. En el momento del “lavatorio de los 
pies”, desprovisto de sus insignias papales, lavó los pies a 12 jóvenes entre los que se incluían dos chicas y una de ellas musulmana. 
Estos dos signos nos hablan de una nueva forma de ser pastores o, mejor, de volver a ser pastores a la manera de Jesús, pastores de puertas abiertas e implicados con la vida de su pueblo. Necesitamos guías, es verdad, pero no de cualquier forma se es guía en la comunidad de los discípulos de Jesús. 

El evangelio de Juan nos propone algunas características de un pastor a la manera de Jesús: 

Conoce las ovejas y las llama por su nombre. Un pastor según el modo de proceder de Jesús está a pie de calle y no se encierra en su despacho esperando que “las ovejas acudan a él” sino que sale y las busca para compartir con ellas la vida, sus preocupaciones, sus ilusiones y sus desafíos. La implicación con la suerte de su pueblo despierta en él la creatividad y la audacia para encontrar los caminos que conducen a las “fuentes tranquilas” que, en el lenguaje contemporáneo, son las que sacian la sed de desarrollo, de vida digna, de justicia, de libertad, etc. 

Respeta la libertad. Un pastor a la manera de Jesús no domestica ni prolonga la infancia de su comunidad. Su proceder, desde el respeto a la libertad e inspirado en el conocimiento de las potencialidades y las fragilidades de las personas a él confiadas, sugiere caminos y abre horizontes de manera que las personas puedan “entrar y salir para encontrar pastos”. Su forma de guiar no se basa en la trasmisión de ideas sino que, como buen educador, acompaña y dinamiza los procesos de un crecimiento humano y liberador. 

Conocen a Jesús y ayudan a ir hacia Él. Hay una clave fundamental para ser pastor a la manera de Jesús: conocerlo, amarlo y seguirlo. No se puede ser guía de la comunidad sin entrar por la puerta del rebaño que es Jesús, es decir, sin tener una profunda e íntima relación e identificación con Él y con su proyecto. El pastor, que no se siente dueño sino administrador del rebaño, no busca su propio beneficio o que le sigan a él, eso sería ser ladrón. Su trabajo consiste en suscitar la pasión por el Reino y ayudar a suscitar en las personas el deseo de identificarse con Jesús y de entrar por la puerta de los valores del Reino. 

Pastores de puertas abiertas. Jesús es la puerta. ¿Podemos imaginar a Jesús como una de esas puertas blindadas de los bancos? Tal vez no. Su corazón misericordioso y compasivo nos revela una puerta abierta, con capacidad de acoger a todas las personas que, con sus aciertos e incoherencias, quieren ser discípulos suyos. Claro que entrar por esta puerta requiere comprometerse con un estilo de vida evangélico, pero, para el que con sinceridad busca a Jesús, la puerta está siempre abierta. Sin ninguna pretensión de querer ser “monedita de oro” para quedar bien con todo el mundo o de aparecer como el “bueno de la película”, creo que como Iglesia es conveniente que examinemos algunas actitudes que, en lugar de abrir puertas y generar oportunidades para entrar en la comunidad de los discípulos de Jesús, cierran o dificultan el acceso de no pocos. ¿No será más provechoso y evangélico, en lugar de aferrarnos al anatema, al juicio y al señalamiento, abrir canales de diálogo, de comprensión y de misericordia? 

Estas reflexiones, aunque en primer lugar podríamos decir que afectan fundamentalmente a los sacerdotes, nos competen a todos pues cada uno, de acuerdo con su vocación y misión en la Iglesia, está llamado a ser pastor y guía de otros. 

Javier Castillo, sj 
Director del Centro Loyola de Pamplona 

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